El libro de Abel Paz me cautivó. Describía los prolegómenos del enfrentamiento en los cuarteles, en las calles, en los edificios oficiales de la ciudad de Barcelona y después, de un modo cronológico y más o menos minucioso, se extendía en la narración de la batalla. Creo que desde las primeras páginas supe que ese texto iba a servirme de punto de partida para escribir una novela, un ensayo o ni sabía qué. También me di cuenta de que la tarea iba a conllevar un esfuerzo brutal durante meses. Y es que, al parecer, en aquellos días de julio del 36 no hubo solo dos bandos como me habían repetido unos y otros hasta la saciedad. Tampoco el reparto de fuerzas estuvo tan claro. Yo sabía que al menos una parte de
Sin embargo se trataba de un único libro, una única fuente de información. Me gustó, ya lo he dicho, pero el autor era anarquista y tal vez toda la información estuviese teñida de rojo y negro. Era necesario buscar más documentación y contrastarla. O sea que empecé a leer libros, artículos de revistas y periódicos escritos por anarquistas, comunistas, fascistas y, con especial atención, periodistas e historiadores extranjeros. Al cabo de unos meses no me cabían dudas. Si bien con algunas incorrecciones y lagunas, el texto de Abel Paz se ajustaba con bastante precisión a lo que sucedió.
En mi búsqueda de información tuve la suerte de dar con dos personas a quienes debo mi agradecimiento de una manera especial. El primero es José Ramón Arias. Sin apenas conocerme, me envió algunos libros descatalogados que de ningún otro modo habría podido conseguir. Gracias a él pude leer un par de obras de Abad de Santillán y el famoso Eco de los Pasos, la autobiografía de Juan García Oliver. El otro personaje fue Wilebaldo Solano, líder de las juventudes del POUM durante la batalla de Barcelona. Su información de primera línea me proporcionó muchos detalles esenciales para elaborar la imagen de la ciudad antes y durante la batalla. No en vano conoció a Durruti y a algunos otros militantes de
Ya tenía buena parte de cuanto necesitaba. Quería más de todo, más libros, más fotos, pero podía empezar a escribir un primer borrador mientras seguía rebuscando en los cajones más ocultos de los centros de documentación. Me senté ante los montones de libros y papeles amontonados sobre la mesa, conecté el ordenador y escribí: El día de Barcelona.
(En la foto, Andreu Nin y Wilebaldo Solano. La imagen está extraída de www.fundanin.org)
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