ARMAND, EL ANARQUISTA FRANCÉS
Dicen que la última guerra civil española fue el ensayo de
Armand, un francés enamorado del anarquismo español, llega poco antes de que estalle la sublevación. Representa a la intelectualidad extranjera, al Hemingway que llegó más tarde, a Jay Allen, a Saint-Exupèry, a Malraux, a Pruszyński, a Orwell, incluso a Kolstov. Más allá de las inquietudes de los meros combatientes, como sería el caso de los brigadistas internacionales, Armand quiere participar de una utopía en marcha. España, que por carácter y tradición es el lugar más apropiado para la implantación de una revolución anarquista, le proporciona la sensación de encontrarse en el paraíso de cuanto ha soñado. Por eso se instala en Barcelona. No por pegar tiros, que en el fondo le dan hasta miedo, sino para ser testigo de algo que puede mover el mundo en una dirección diferente.
Armand me sirvió para analizar la situación desde el cómodo butacón de una casa de lujo. Menos él y sus interlocutores, todo el mundo está al pie del cañón, en la calle, en los edificios oficiales, en los centros de distribución de alimentos y demás. Armand, en cambio, ve las cosas desde una distancia que le proporciona un punto de vista tranquilo y reflexivo. Sus interlocutores, además, juegan con él al juego de las preguntas inteligentes. En esas conversaciones apenas hay cortesías o diplomacias. Los planteamientos son como balas, si bien siempre tienen un deje de amistad, de cariño mutuo entre los que hablan. Si algún día escribo una segunda parte, como de hecho ya me he planteado, sin duda seguirá estando Armand como personaje invitado.
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