lunes, 12 de noviembre de 2007

LOS PERSONAJES REALES


Es la primera vez que asumo el riesgo de introducir personajes reales en un relato o, mejor dicho, por primera vez escribo una crónica novelada de algo que sucedió. Además, no se trata sólo de tomar ejemplos de la realidad y plasmarlos según convenga a la narración, sino de reflejar la personalidad de unos individuos que tuvieron cierto peso en la historia de nuestro país. No es cuestión de meter mucho la pata, entonces. Por ejemplo, en sus intervenciones ha de notarse que Juan García Oliver tenía al presidente Companys por un cobarde. Así lo dejó escrito en sus memorias, El Eco de los Pasos, cuya lectura debería ser obligatoria en los colegios según el punto de vista del viejo anarquista Abel Paz. Ha de notarse a la primera, también, que Durruti seguía más a su corazón que a cualquier razonamiento, que no era tan crítico como sus compañeros y que atendía, sobre todo, a lo que decidiese la asamblea. Ascaso, en cambio, era el cálculo, la frialdad, la piedra angular del más famoso trío de revolucionarios españoles.

Tampoco he querido dejar huérfanos de personalidad a los mandos de segunda línea en el bando de los sublevados. Habría sido fácil pasar de puntillas ante unos individuos que, en el fondo, no hacían más que seguir los dictados de sus superiores. Pero creo que cada cual debe tener su espacio en el relato y que, como digo muchas veces, la definición de esos personajes secundarios que apenas se dejan ver es esencial para dar solidez a la historia. Así pues, he procurado no dejarme llevar por argumentos que, si no alteraban demasiado la historicidad de la narración, se me hacían fantasiosos o chocaban con el sentido común. Por ejemplo, leí en varios lugares que los oficiales rebeldes habían repartido coñac entre la tropa para emborrachar a los soldados, engañarles diciendo que iban a defender a la República de una revuelta anarquista y obligarles así a que les siguieran. Bueno, no me lo creí. ¿A quién le interesaría disponer de combatientes borrachos? Probablemente les dieron un trago de coñac para infundirles valor. Nada más. También leí en demasiadas ocasiones que algunos individuos sacerdotes, por supuesto dispararon a la población desde los campanarios de las iglesias. Es posible que eso sucediera una o dos veces y de hecho lo sugiero en alguna parte del libro, pero me extrañaría mucho que hubiese sido algo tan habitual como pretenden algunos autores.

También está el pueblo, personaje colectivo que es a la vez auténtico y ficticio. Ahí tuve más margen de movimientos, aunque tampoco podía dejarme llevar demasiado por la inventiva porque corría el riesgo de falsear precisamente el ambiente de fondo, algo tan imprescindible para comprender la situación como los propios hechos.

En cuanto a los grandes ausentes, los militantes del entonces casi inexistente partido comunista y los nacionalistas, apenas se les vio el pelo durante aquellas treinta y pico horas de lucha. Luego sí. Pero eso forma parte de otra historia que tal vez escriba algún día.

Esa es la base. A partir de ahora iré analizando la personalidad de los principales personajes reales del 19 de julio de 1936 en Barcelona y el trato que les he dado en la novela. Si se tercia, habrá también una nota bibliográfica.

(En la foto, el pueblo celebra la victoria sobre los facciosos en el carrer Ample de Barcelona. Imagen extraída de http://bataillesocialiste.wordpress.com)

1 comentario:

Anónimo dijo...

Me alegro de que expliques todo ésto porque son preguntas que te hubiera hecho si te hubiese tenido al lado mientras me iba leyendo el libro.
Solo con leerlo, ya se nota que has hecho una labor de investigación del verdadero carácter y motivación de cada personaje real y también del sentir del pueblo. Es más, diría que es una de las características principales de la novela.